martes, 14 de octubre de 2014

Verdad y Misericordia


Compartimos parte de las palabras del Cardenal Péter Erdő en el Sínodo sobre la familia que está celebrándose en estos días y en las que nos habla de la Misericordia.

En las últimas décadas, nos recordaba el Cardenal Erdo, el tema de la misericordia está cada vez más en primer plano como un punto de vista importante en el anuncio del Evangelio.

El culmen de la misericordia de Dios, ya se presenta ampliamente en el Antiguo Testamento (cf. Éx 34,6; 2 Sam 24,14; Sal 111,4, etc.). Y se revela sobre todo en los gestos y en la predicación de Jesús. En la parábola del Padre misericordioso (cf. Lc 15,11-32), además de en todo el Nuevo Testamento, la misericordia constituye una verdad central: Dios es rico de misericordia (cf. Ef 2,4). Para recibir esta misericordia, el hijo pródigo vuelve al Padre, pide perdón, comienza una vida nueva.

Dios no se cansa nunca de perdonar al pecador que se convierte, y no se cansa de darle siempre una nueva posibilidad. Esta misericordia no significa justificación del pecado, sino justificación del pecador, pero en la medida en que se convierte y se propone no volver a pecar.

La misericordia significa dar más de lo que es debido, regalar, ayudar. Sólo la misericordia de Dios puede realizar el verdadero perdón de los pecados. En la absolución sacramental Dios nos perdona mediante el ministerio de la Iglesia.

El significado de la misericordia para la Iglesia de hoy lo resaltó San Juan XXIII en la apertura del Concilio Vaticano II. Declaró que la Iglesia en cada tiempo debe oponerse al error; hoy sin embargo, debe recurrir a la medicina de la misericordia más que a las armas del rigor.

Dios envía su Espíritu a nuestros corazones para hacernos sus hijos, para transformarnos y para volvernos capaces de responder con nuestra vida a ese amor.

La Iglesia es enviada por Jesucristo como sacramento de la salvación ofrecida por Dios» (EG 112). Ella es «el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio» (ivi 114).

La misericordia, como tema central de la revelación de Dios, en definitiva es importante para la hermenéutica de la acción eclesial (cf. EG 193 ss.); naturalmente, no elimina la verdad y no la relativiza, sino que lleva a interpretarla correctamente en el marco de la jerarquía de las verdades (cf. UR 11; EG 36-37). No elimina tampoco la exigencia de justicia.

 

El Papa Francisco, desde el comienzo de su pontificado, ha repetido:
"Dios nunca se cansa de perdonar. Nunca".
 
[...] Nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón»
(Angelus del 17 de marzo de 2013).

martes, 7 de octubre de 2014

No esconder los propios pecados, sino rezar y hacer memoria, dijo el Papa

Homilía de la misa de la mañana en Santa Marta

Cuando rezamos no olvidamos nuestra historia. El Papa Francisco subrayó que el Señor está a nuestro lado en el camino de la vida.

El Papa se detuvo a considerar la primera Lectura del día en la que San Pablo hace memoria de su vida, sin esconder sus pecados.

Por tanto, hacer “memoria de esta realidad, pero en la vida concreta – evidenció el Santo Padre –, tal como lo hace Pablo”, que confiesa haber perseguido ferozmente a la Iglesia y no dice: “Yo soy bueno, soy hijo de éste, tengo cierta nobleza…”. No. Pablo dice: “¡Yo he sido un persecutor, yo he sido malo!”. “Pablo – reafirmó el Papa – hace memoria de su camino, y así comienza a hacer memoria desde el inicio”:

“Esta costumbre de hacer memoria de nuestra vida no es muy común entre nosotros. Nos olvidamos las cosas, vivimos en el momento y después olvidamos la historia. Y cada uno de nosotros tiene una historia: una historia de gracia, una historia de pecado, una historia de camino, tantas cosas… Y hace bien rezar con nuestra historia. Uno de ellos es Pablo, que relata una parte de su historia y que en general dice: ‘¡Él me ha elegido! ¡Él me llamado! ¡Él me ha salvado! Él ha sido mi compañero de camino…’”.





“Hacer memoria sobre la propia vida – prosiguió diciendo el Papa – es dar gloria a Dios. Hacer memoria sobre nuestros pecados, de los que el Señor nos ha salvado, es dar gloria a Dios”. Por esta razón – agregó – “Pablo dice que él se vanagloria sólo de dos cosas: de sus propios pecados y de la gracia de Dios Crucificado, de su gracia”. Él – dijo Francisco – “hacía memoria de sus pecados, y se vanagloriaba: ‘He sido pecador, pero Cristo Crucificado me ha salvado’ y se gloriaba en Cristo. Ésta era la memoria de Pablo. Ésta es la memoria que el mismo Jesús nos invita a hacer”.



Fuente : Radio Vaticana

lunes, 6 de octubre de 2014

La Iglesia nunca rechaza al pecador, siempre le acoge como Cristo acoge

 
Mensaje de Mons. Francisco Pérez, arzobispo de Pamplona-Tudela con motivo del "Coloquio Familia y Vida" que se celebrará el próximo 14 y 15 de noviembre en Pamplona.

 
Que se acerquen a pedir perdón. El aborto provocado conscientemente es un pecado muy grave que lleva consigo la excomunión. Para levantar la excomunión (a la mujer y a los que han colaborado) se requiere que se acerquen al Sacramento de la Confesión y pidan sinceramente perdón a Dios. Mis manos han perdonado, en nombre del Señor, a tantas personas que se han acercado.

La Iglesia actúa en el nombre del Señor y Él es siempre misericordioso cuando se acerca el penitente con humildad de corazón, manifiesta su pecado, hace propósito de la enmienda y cumple la penitencia.

La Iglesia nunca rechaza al pecador, siempre le acoge como Cristo acoge. Basta que se arrepienta de corazón.







jueves, 2 de octubre de 2014

Oraciones en la oscuridad

El Papa confesó que en su experiencia pastoral muchas veces el mismo ha conocido "personas que están experimentando situaciones difíciles y dolorosas, que han perdido tanto o se sienten solos y abandonados , que se lamentan y se hacen estas preguntas: ¿Por qué? y se rebelan contra Dios ". Y su respuesta es: "Continúen a orar así, porque esto es también una oración."

Al igual que la de Jesús, cuando dijo al Padre: "¿Por qué me has abandonado?".  Y es la de Job. Por qué "orar es convertirse en la verdad ante Dios. Se ora con la realidad. La verdadera oración sale del corazón, desde el momento que uno vive " desde la situación personal de cada uno. De hecho, es la "oración en tiempos de oscuridad, en los momentos de la vida donde no hay esperanza" y "no se puede ver el horizonte"; hasta el punto de que "muchas veces se pierde la memoria y no tenemos dónde anclar nuestra esperanza."

De ahí la relevancia de la palabra de Dios, porque aún hoy en día, muchas personas están en la situación de Job. Así que mucha gente buena, como Job, no comprende lo que le está pasando o lo que le pasó. Son muchos hermanos y hermanas los que no tienen o non encuentran motivos para la esperanza. El Papa piensa en ellos y también en los que sufren "las grandes tragedias", como las de los cristianos expulsados ​​de sus hogares y privados de todo y se preguntan "pero, Señor, yo he creído en ti. ¿Por qué? ". ¿Por qué "creer en Ti es una maldición?", un  carga difícil de llevar. Lo mismo se aplica a "los ancianos que dejaron de lado", a los enfermos, a las personas solas en los hospitales, a las personas solas con sus sufrimientos...

 Es, de hecho, "para toda esta gente, estos hermanos y hermanas nuestros, y también para nosotros cuando andamos en el camino de la oscuridad", que "la Iglesia ora." Y al hacerlo, "toma sobre sí todo ese dolor."
 
 
 Papa Francisco. Meditación de la mañana en la Capilla de Santa Marta de la lectura del día. Libro de Job 3,1-3.11-17.20-23.  Martes, 30 de septiembre 2014

Fuente : L'Osservatore Romano,01/10/2014